Reflexiones para iniciados

Sunday, September 03, 2006

HIRAM

Las enseñanzas de la masonería nos llevaron a la alegoría de la construcción de un templo y nos empeñamos por hacerlo de la mejor forma posible. Si se trata de construir tenemos la idea bastantea clara, aunque inclusive eso de pulir una piedra nos resulta a veces difícil de comprender, porque en estos tiempos, pedimos que nos las entreguen pulidas y se lo hace con máquinas.
En ese caso, la explicación que nos dieron, si para ello utilizamos un poco nuestra experiencia anterior, resulta más o menos clara, entendemos que lo que se quiere es que mejoremos en nuestro comportamiento hasta convertirnos en un modelo para los demás.
La segunda tarea es más difícil porque, dentro de nuestra tradición religiosa y espiritual no era necesario estudiar para ganarnos el cielo, era suficiente ser bautizado.
Perdónenme los creyentes, pero en eso coincido con Marx, la religión no hizo otra cosa que adormecernos, en nuestro país tuvimos que llegar hasta la década de los cincuenta del siglo pasado para darnos cuenta de la importancia de la educación, del estudio. Lo mismo que pasaba en la Europa de la Edad Media. Mientras menos sabían las personas trabajaban mejor, no creaban problemas y el patrón podía vivir tranquilo.
Para muchos de nuestros hermanos, la seriedad de la Masonería radica en la necesidad de estudiar. De elevar el nivel intelectual y nos dedicamos, a partir del segundo grado, a escudriñar la historia o ver algo de psicología; filosofía e historia de las religiones para los más avanzados. Sin embargo, debemos notar que esa inclinación al estudio debería servirle al masón para comprender su realidad. Nos sentimos felices cuando hablamos del karma, de los chacras o de la kabalha aunque no estemos seguros de lo que esas palabras significan, lo importante nos parece ser la posibilidad de repetir palabras difíciles.
En eso las religiones orientales nos llevan la distancia de años luz, porque ellas obligan a la gente a razonar. La realización viene por la comprensión de la “realidad interior”, ese es el nombre de un librito que se los encargo.
En esas condiciones llegamos a la maestría o al magisterio. En la tradición de la artesanía, llegar a maestro era lograr la capacidad de abrir un taller propio para enseñar a nuevos obreros. En cada taller había sólo un maestro. Me pregunto: ¿Cuántos de nosotros, al llegar a maestros, estamos habilitados para constituir un taller? Creo que ninguno.
¿Qué nos enseña esa hermosa leyenda? Luchar contra la ignorancia, la hipocresía y la ambición. ¿Pero que quiere decir eso? Cual es la relación de eso con el templo que estábamos construyendo.
¿No tenía que verse hermoso?, no eso es hipocresía. ¿No tenia que ser mucho mejor que el de al lado? No eso es ambición. ¿No avanzo, lo dejo como estaba, hago sólo uno un poco michi? No eso sería ignorancia.
Perdonen que les haga esta afirmación, uno u otro de esos enemigos nos ha de perseguir en forma implacable, somos humanos: el que nos es ambicioso es hipócrita y el que no alcanzas nada de eso es ignorante. Luchamos por ser mejores que los demás, tener más, somos ambiciosos. Y cuando afirmamos lo contrario somos hipócritas. Sin embargo, el enemigo mayor es el otro, preferimos verlo en los demás y no en nosotros, hasta en nuestro presidente. A pesar de que la mayoría lo eligió porque pensaba que era el menos culpable de todos los candidatos.
Para devolverles la tranquilidad les recuerdo lo que pasó en la ceremonia de la Exaltación al sublime grado de maestro, ese día el templo se derrumbó con un certero golpe de mazo, en el lugar adecuado.
Intentamos levantarlo con todo lo que sabíamos: las marchas, los toques, nada funcionó. Fue el maestro que lo levantó con ayuda de los demás, con los cinco puntos de la fraternidad. Pero ello sólo servía para estar preparados.
Había que seguir estudiando pero estábamos en tinieblas. El ritual nos dice que esa es la luz del maestro. Aquí mismo debe haber muchos que recuerdan ese momento y dicen, la luz del maestro es la de la linternita del Venerable.
Para ver dentro de nosotros no se necesita luz material, eso es lo que Don Roberto Auchen nos pide hacer con esa meditación, al iniciar la parte “espiritual” de los trabajos y que se ha convertido en otra parte de la rutina en la que escuchamos a veces grabado un discurso, leído en algunos talleres por Julio César Caballero, mientras nos encontramos a media luz. Pero no dejamos de permanecer en las tinieblas.
La enseñanza del tercer grado nos dice que nuestro cuerpo permanece derribado, es la esencia que trasciende mientras lo demás deja de vivir.
Esa vida espiritual es la que debemos buscar sin descanso para poder lograr la maestría. La tarea no es fácil, estamos viviendo en una dimensión material en la que sólo podemos percibir nuestro alrededor con el uso de nuestros sentidos.
Los ejemplos, las alegorías, las parábolas tienden a hacernos entender algo que está más allá de la dimensión material y ya no hay en nuestra experiencia ejemplos que puedan ser tomados como modelo, por lo menos para comparar.
Lo que viene es desconocido y todo ese esfuerzo que hemos venido haciendo hasta ahora por comprenderlo, sólo nos permite intuir lo que nos ofrece el futuro.
Las religiones orientales son un buen ejemplo, es dentro de nuestra mente donde debemos escarbar esa explicación que para cada uno de nosotros será diferente.
Hacer el esfuerzo es importante, pero no piensen que es fácil, estamos en un camino interminable. La verdad sólo podremos conocerla en el momento de la verdadera iniciación y no habrá posibilidad de contar lo que pasó para dejar un ejemplo a nuestros hermanos.
Inclusive si alguien tiene posibilidad de volver del más allá para traernos la verdad que se ha descubierto, será de tal manera que tendremos que intuirlo. Así fue cuando Jesús, Mahoma, Moisés o cualquiera de los Profetas escuchó la palabra del G.A.D.U. pero cuando contaron esa experiencia nadie logró creerlo; porque no tenían ojos para ver, esos ojos que decimos que son los del corazón.
La Masonería, en su afán de acercarnos a la verdad sigue ofreciendo como alternativa para entender esa realidad otros caminos que están a nuestro alcance y vale la pena intentarlo.
No es en vano que el Maestro Masón de la Marca es obligado a regresar a la cantera a mejorar su trabajo. Existen también otros grados en los que la tarea realizada merece una revisión profunda para poder aproximarte a la verdad. Esa verdad que todos los hermanos vivimos buscando y que sólo si perseveramos y trabajamos con dedicación podremos encontrar.
Que el G.A.D.U. nos ayude hermanos para encontrar esa verdad en el fondo de nuestro corazón, o donde se encuentre.

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